jueves, 14 de noviembre de 2013

Animar a leer desde la oralidad. Importancia de la expresión oral

La voz y la palabra están íntimamente unidas al proceso de desarrollo del niño; el lenguaje oral, el sonido, es el elemento base por medio del cual se inicia en el reconocimiento de sí mismo y del mundo. La biblioteca escolar ha de nutrir la rica relación que niños y niñas mantienen con el lenguaje que se inicia en la primera etapa infantil con las nanas, canciones, fórmulas y pequeñas historias, que les abren la puerta a la adquisición del habla, en un proceso que parte de los primeros balbuceos y que se alimenta a través del oído.
El trabajo desde la oralidad se desarrolla paralelo al presentado en el anterior apartado de escritura. El punto de partida es el juego oral con el lenguaje en una aproximación fonética a las palabras: asociaciones fonéticas, onomatopeyas, cambios de acentuación, etc., que ofrece indiscutibles posibilidades didácticas en E. Infantil y E. Primaria y está en estrecha relación con los contenidos del área de Lenguaje y Literatura. Potenciar y enriquecer la capacidad de expresión del niño requiere también el aprovechamiento del rico patrimonio literario oral, fuente inagotable de juego y de ejercicio, aprovechando la capacidad auditiva y de retención del niño.
Las retahílas de juego, refranes, trabalenguas, romances, poemas, cuentos breves, etc., invitan a ejercitar la memoria, la repetición, a recitar, a dramatizar y a narrar. Para acercar al niño las estructuras poéticas, el ritmo, la entonación y la rima cabe retomar las actividades de juego poético, presentadas en el apartado de escritura y trabajarlas oralmente. La práctica continuada de estas actividades redundará en el enriquecimiento del vocabulario del niño, en el refuerzo y mejora de su pronunciación y ampliará sus registros de expresión.
La narración oral se configura también como un medio de expresión y comunicación muy rico para estimular a la lectura desde la biblioteca escolar. De gran valor educativo, el cuento y el relato pueden servir también como base de otros aprendizajes. El relato oral puede ser utilizado para introducir de forma amena conocimientos referidos a las distintas disciplinas académicas: contextualizar una época en historia, acercarse a un país y a sus costumbres en geografía o aproximarse al conocimiento de un determinado animal en ciencias naturales.
La biblioteca escolar y el aula acogerán espacios de narración oral que pueden ser estructurados de la manera más conveniente: dirigidos a niveles, a grupos de clase y tener un carácter periódico, espontáneo, puntual, etc. Al margen de los espacios dedicados regularmente a esta actividad, la narración oral tendrá cabida en el desarrollo de programas específicos y puede servir de apoyo para las presentaciones de libros o para la dinamización de exposiciones.
Existe en algunos medios una excesiva identificación entre narración oral y espectáculo, especialmente en las bibliotecas infantiles, donde quizá se ha profesionalizado en demasía esta actividad. Su valor como espacio de comunicación debe primar sobre el valor de la representación.
En este sentido, todas las personas pueden desempeñar la función de narrador sin necesidad de tener especiales dotes actorales. En la escuela es conveniente que los niños vean contar y escuchen leer a sus profesores y que no se deje únicamente esta labor en manos de terceros. Hay muchas formas de narrar y se debe buscar ante todo la que resulte más cercana y cómoda al narrador.
Habitualmente la narración oral se asocia de manera exclusiva a las primeras edades y si bien en ellas tiene un público especialmente idóneo, no es menos cierto que los preadolescentes y jóvenes también responden muy positivamente a estas experiencias. En todo caso, la selección de las narraciones, su adecuación a la etapa de desarrollo del niño y a sus intereses determinará en gran medida la aceptación de la propuesta.
En cursos superiores se han de incluir relatos literarios, lecturas de poemas o lecturas en voz alta de capítulos de libros para motivar su lectura. Es importante que los niños y jóvenes tomen parte activa en el relato oral, por lo que hay que prever momentos en los que se les invite y estimule a contar y narrar historias y a presentar oralmente las lecturas que más les hayan gustado compartiéndolas con sus compañeros y despertar así el interés del resto del grupo hacia el libro presentado. Estas sesiones pueden llevarse al cabo en un taller de cuentos desarrollado en la biblioteca o en el aula indistintamente.
En determinado momento también puede constituir un medio para implicar a la familia en el trabajo escolar, invitando a padres, madres, abuelos y abuelas a que cuenten sus historias en la biblioteca. Esto puede dar origen a la creación en la biblioteca de una antología de los cuentos narrados por las familias y recogidos en texto, en grabación sonora o en vídeo.

Contar un cuento

¿Por qué y para qué contar?

La creencia en lo maravilloso y en lo fantástico es imprescindible para el desarrollo global de la personalidad del niño. Poder manipular la realidad le permite construirse a sí mismo, a la vez que diferencia lo mágico de lo real. El desarrollo de la imaginación y la capacidad de fabulación permitirán al niño internarse en un mundo mágico y maravilloso.
El cuento es uno de los instrumentos con los que se cuenta para ayudar a construir esas estructuras sólidas en el desarrollo de la fantasía y de la imaginación.
El contacto con la herencia cultural, en este caso la literatura y el cuento en particular, le aporta mucha información y una visión amplia del mundo, elementos que rebasan su vida cotidiana y le ayudan a construir, de manera consciente unas veces e inconsciente otras, su universo externo e interno. A través del cuento el niño tiene contacto con la realidad reteniendo de ella cosas que le permiten divertirse, que excitan su curiosidad: sin proponérselo, aprende. Existen posturas críticas frente a los cuentos maravillosos que argumentan que:
  • Estimular la fantasía supone una ruptura con la realidad.
  • Algunos personajes y situaciones de los cuentos generan angustia y temor en los niños.
  • No enseñan las condiciones políticas y sociales de la sociedad moderna pues reflejan situaciones políticas, sociales e históricas ya superadas.
¿Para qué se cuentan los cuentos? En primer lugar para divertir y para entrar en comunicación con el niño . No se puede olvidar que el cuento, además de transmisor de creencias y de una serie de valores que afectan a distintas esferas, ha de tener la finalidad de divertir e interesar, sin la cual todo lo demás quedará en entredicho.
Esas esferas a las que se dirige el cuento se pueden agrupar en tres grandes bloques:
  1. La dimensión psicológica
  2. La dimensión histórica
  3. La dimensión lingüística
  1. La dimensión psicológica 
    El niño no busca conscientemente elementos de conocimiento externo o interno, no es consciente del futuro, vive en el presente. En este sentido la narración de historias le ayudará a comprender lo que está sucediendo en su inconsciente y a superar problemas psicológicos del crecimiento (frustraciones, rivalidades fraternas, dependencias.). Es indudable que esta comprensión le ayudará a luchar para conseguir superar problemas y situaciones difíciles.
    El cuento se dirige simultáneamente a todos los niveles de su personalidad; hace referencia a los problemas humanos fundamentales, desarrollando su personalidad en formación. A través de los cuentos se presentan los conflictos infantiles con la seriedad y el respeto que éstos merecen. Los cuentos aportan estímulos para que el niño desarrolle confianza en sí mismo y en sus posibilidades. De ahí que los cuentos acaben con un final feliz en el que quedan superadas las pruebas y se consigue el fin perseguido.
    Frente a un tipo de literatura candorosa y acaramelada, el cuento muestra la doble cara de la realidad, no todo es bondad, los conflictos, la injusticia y la lucha dominan los obstáculos hasta vencerlos. Muestran lo bello, pero no ocultan lo feo, ensalzan la vida, pero no olvidan y esconden la muerte.
    Los cuentos clásicos o las historias actuales deben presentar conflictos: el niño necesita pistas, sugerencias, aún en forma simbólica, para reconocer sus problemas, enfrentarse a ellos y avanzar hacia la madurez. La forma de presentar nítidamente separados los conceptos opuestos, la polarización de los personajes y las tramas simples responden, por una parte, al objetivo de que sean aprehendidas fácilmente por los niños y a la necesidad que éstos tienen de que los conceptos aparezcan claramente delimitados . Para que el cuento ayude a evolucionar al niño, a la vez que sea un elemento lúdico, es importante esta clara diferenciación, de lo contrario se creará confusión e inseguridad. Reconocer que no hay nadie totalmente bueno ni totalmente malo o llegar a convivir sin excesivo conflicto entre sentimientos diversos u opuestos, requiere un largo camino en el que son necesarias muchas paradas. Estas paradas que polarizan los conceptos son las que ofrecen los cuentos con la finalidad de aportar seguridad.
  2. Dimensión histórica 
    A través del cuento el niño aprende el mundo que le rodea y a través de los personajes puede conocer una amplia gama de situaciones, ambientes y soluciones diferentes a las que surgen en su vida cotidiana.
    Un niño que escucha cuentos maravillosos no tiene por qué ser un defensor monárquico, por ejemplo. Las estructuras sociales que presentan los cuentos tradicionales llegan al niño de manera muy diferente a como puede leerlas el adulto. Para el niño son ropajes y escenografía que envuelven la situación y el conflicto que le cautiva e interesa. El cuento no entra en contradicción con la sociedad moderna, va más allá. Aborda, en cambio, conceptos tan vigentes como la solidaridad, la justicia, el respeto o el derecho a que los demás reconozcan el valor que encierra cada uno. Cierto es que algunos valores a defender en la sociedad actual pueden en determinado momento entrar en contradicción con la forma de los cuentos, como el protagonismo masculino y las características pasivas otorgadas a los personajes femeninos. Es curioso cómo en sus orígenes estos cuentos eran matriarcales y en determinado momento histórico se les aplicó un refinamiento y una acomodación a las costumbres cortesanas dando un giro hacia el patriarcado. Existen en la actualidad muchos cuentos que pueden compensar esta inclinación, y que debemos contar para ofrecer una visión más equilibrada del rol de los sexos. Por su parte, los cuentos ofrecen muchas posibilidades de intervención al respecto, ya que no se basan en sus personajes, sino en las funciones de éstos, y por tanto podemos modificarlos.
    En esta línea sería necesario incorporar en nuestras narraciones problemáticas que vivimos de cerca ,como la discriminación, y en este caso podemos escoger tanto cuentos tradicionales como actuales. Defender el cuento maravilloso no supone en absoluto cerrar los ojos a los valores que debemos transmitir en nuestra sociedad. Habrá cosas que limar y otras que desechar abiertamente porque presenten de manera clara e indiscutible valores rechazables o ambiguos.
  3. La dimensión lingüística 
    El cuento o relato oral es palabra animada, libro vivo, muestra la vida que palpita tras las obras. A través de la narración oral el niño puede establecer la relación libro-autor de un modo vivo, es la recreación del texto en su presencia.
    La narración oral coloca al niño frente a un tipo de mensaje lingüístico diferente al que expresa el lenguaje coloquial, educando su gusto por la belleza de la forma. El niño percibe nuevas formas de expresión y le acerca al mensaje literario que encontrará en la lectura.
    La narración oral le ayuda a organizar sus percepciones y conceptos en esquemas mentales. Al entrar en contacto con experiencias de orden narrativo va poniendo las bases para un acercamiento al libro y le dota de herramientas para adentrarse de manera autónoma en el mundo de las letras:
    • Aumenta su vocabulario.
    • Fija estructuras narrativas que se van haciendo más complejas.
    • Desarrolla sus habilidades de comunicación: escuchar, leer, escribir, hablar.
    La narración oral y la expresión oral y escrita, íntimamente ligadas a la lectura, estimulan un proceso de enriquecimiento. Algunos ejemplos son:
    • Imágenes sin nexos de unión ni oraciones.
    • Incorporación de fórmulas de inicio y fin.
    • Verbos en pasado.
    • Palabras de conexión: entonces, y, pero...
    • Tonos de voz ligados a intenciones.
    • Ritmos especiales ligados a la acción.
    • Descripciones.
    • (...)
    Por último, la narración oral aporta al receptor un tipo de experiencias semejantes a las que aporta la lectura por la estrecha relación existente entre la palabra hablada y la escrita; en ambos casos se da libertad al que escucha o lee a construir en su mente los escenarios y personajes. La narración oral le invita a reconstruir la propia e individual versión de la historia, a llevar lo que lee o escucha a su terreno.

Preparación de la sesión

Dentro de la planificación general de actividades se tendrán en cuenta los momentos destinados a la narración oral y el papel que se les asigna en los programas en los que se incluya este tipo de propuestas. Además, cada sesión deberá contar con la necesaria y suficiente preparación para que realmente respondan al objetivo de conseguir entretenimiento, estímulo y enriquecimiento para el niño. Esta preparación debe tener en cuenta diversos aspectos relacionados con:
El grupo al que se dirige
La selección de un determinado texto, incluso la forma de presentación y los recursos de los que valerse para narrar, así como la disposición del espacio, dependerán en gran medida de las características del auditorio (edad, capacidad de atención, familiarización con este tipo de actividad). La obra elegida habrá de ser acorde con los intereses del niño. Si se trata de una narración perteneciente a un libro habrá que adecuarla a su edad, para poder ofrecerlo después como lectura. Es importante que sea un texto con el que el narrador se sienta cómodo, que se adapte a su registro y que le permita transmitirlo con sinceridad y desenvoltura. El espectro sobre el que elegir es amplio y no tiene por qué limitarse al cuento tradicional. Existen narraciones actuales aptas para ser narradas, siempre y cuando cumplan los requisitos mínimos de estructura: acción, secuencias, conflicto, descripciones no muy largas, etc.
El texto elegido
Una vez que el narrador o narradora ha hecho su elección, se entra en la fase de análisis de la historia y de preparación, con objeto de conocerla a fondo y conseguir interiorizarla. A continuación, se ofrecen a modo de guía los pasos a seguir y los elementos sobre los que hay que centrar la atención en esta fase:
  • Leer el cuento varias veces, poniendo la atención en el argumento, los personajes y en cómo se desarrolla la acción.
  • Marcar las líneas fundamentales del desarrollo argumental: desde las partes principales (inicio, desarrollo, desenlace), hay que acercarse a las distintas secuencias, observando de qué modo se desarrollan los acontecimientos. Determinar el clímax y el anticlímax, los momentos álgidos y las caídas de tensión. Elaborar un esquema con estos elementos ayuda a fijar la historia, a recordarla y evita que se omitan en la narración los momentos claves que marcan la evolución de la acción.
  • Determinar el papel de los personajes, protagonistas y antagonistas, los objetivos y razones de cada uno de ellos y los elementos que muestran cómo los cumplen.
  • Rescatar las fórmulas, pequeñas canciones, construcciones, enumeraciones, descripciones, nexos y partes del texto que merece la pena aprender de memoria por su carácter, por su fuerza o significación al marcar la evolución de los acontecimientos o por su valor estético.
  • Adaptar el texto a nuestro lenguaje, respetando lo señalado anteriormente, cuidando de no empobrecerlo y respetando el estilo y el tono del cuento ( coloquial, fantástico, humorístico).
  • Poner por escrito los esquemas y contar varias veces la historia a personas de nuestro entorno favorece la fijación del texto así como las correcciones.
La puesta en escena
  • Trabajar la entonación, determinar el tono del narrador, la voz de los personajes y los momentos en los que la historia exige cambios de ritmo (más pausado, más rápido). Marcar pausas y silencios, elementos muy importantes para dotar del necesario suspense a la narración y dirigir la atención del oyente.
  • Los gestos deben ser comedidos y ajustados, y la mirada debe estar en contacto con la del niño. Esto servirá como apoyo del lenguaje oral para marcar los momentos de distinta intensidad, para ilustrar determinados pasajes y para conducir la atención del auditorio hacia donde lo requiera la historia. El lenguaje corporal que acompañe a la voz dependerá de la propia personalidad del narrador y de la historia misma, pero en todo caso habrá de ser medido para que no supongan distracción en la atención del público en detrimento de la narración.
El espacio
Es importante crear un clima de atención en torno al narrador que permita disfrutar a fondo de la historia realizando pequeñas intervenciones sobre el espacio:
  • Elegir un rincón de la biblioteca o del aula que sea siempre el mismo y sea reconocible por los alumnos, lo suficientemente tranquilo y alejado de los lugares de paso.
  • Arroparlo con elementos cálidos que resalten la sensación de grupo: la silla del narrador, unas mantas o alfombras donde ubicar al auditorio.
  • Marcar el espacio con la luz de un foco; atenuar la iluminación general para evitar distracciones.

Alternativas a la narración

Las posibilidades de contar y presentar una historia son múltiples y dependerán de los objetivos que se persigan, de los recursos con los que se cuente y de la propia personalidad del narrador. Sobre lo anteriormente expuesto se pueden introducir modificaciones para acercar más la actividad al niño y al propio narrador:
  • Presentación sin el libro. El narrador hace uso de su voz, de la mirada y el gesto para transmitir la historia. Puede valerse, además, de elementos de atrezo que apoyen la historia o refuercen determinadas situaciones.
  • Presentación con el libro, pudiendo darle mayor o menor presencia. Siempre que la historia se haya extraído de un libro asequible a los niños conviene mostrarlo al comienzo o al final de la sesión para despertar el interés por leerlo.
  • Usar las ilustraciones del libro como acompañamiento de la narración. El narrador se apoya en ellas manteniendo el libro siempre presente. Habrá que cuidar la posición del libro para que sea visible sin que entorpezca la relación del narrador con el auditorio.
  • La presentación de una historia con apoyo de otros medios ajenos al libro, como diapositivas, vídeo o música; puede ser una forma atractiva aunque no se trate propiamente de una narración oral.
  • La historia leída requiere también una intensa preparación por parte del lector. El conocimiento y trabajo previo es condición importante para poder recrear la atmósfera en la que se desarrolla. Un acertado trabajo de entonación, que contemple la inclusión de inflexiones, cambios de ritmo, pausas, y tensiones dotará a la lectura en voz alta de mayor calidad y servirá para reducir la mayor frialdad y distancia que supone, en principio, esta alternativa a la narración oral.
  • La narración con el franelógrafo, tablero en el que se adhieren por contacto figuras de papel, cartulina o tela, puede ser una opción complementaria interesante para presentar historias a los más pequeños ya que les ayuda a visualizar la estructura básica de la narración, sus personajes, la línea de evolución de los acontecimientos. Los niños pueden utilizarlo fácilmente y recrear las historias narradas, improvisando o creando otras.

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